La lombricultura: alternativa a la disposición final de residuos domicilarios
Victor Hugo de Gante Cabrera
Desde que el hombre existe ha generado residuos provenientes de sus actividades; sin embrago, a lo largo de la historia y conforme se han diversificado y tecnificado las actividades sociales, la cantidad y composición de dichos residuos ha aumentado, (1) convirtiéndose en un desafío de la sociedad contemporánea. ¿Dónde y cómo podemos disponer de los residuos que se generan en nuestros hogares? ¿Cómo podemos aprovechar la gran cantidad de recursos naturales que llamamos “basura”? Estas son algunas de las preguntas a las que se busca soluciones. En las últimas décadas se han popularizado los confinamientos tecnificados conocidos como rellenos sanitarios; sin embargo, aunque han logrado resolver el problema del confinamiento, estos sitios se han convertido en generadores de contaminación (2). En algunos casos se ha optado por la incineración de los residuos, “alternativa” que también genera daños ambientales y malestar social (3), por lo que es necesario encontrar técnicas complementarias y alternativas para reducir el impacto ambiental que nuestros residuos están generando.
¿Qué es lo que llamamos “basura”?
La Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos define a los residuos como:
material o producto cuyo propietario o poseedor desecha y que se encuentra en estado sólido o semisólido, o es un líquido o gas contenido en recipientes o depósitos, y que puede ser susceptible de ser valorizado o requiere sujetarse a tratamiento o disposición final conforme a lo dispuesto en esta Ley y demás ordenamientos que de ella deriven (4).
Mientras que la basura o desechos son aquellos residuos que ya no poseen ningún valor comercial y que están destinados al confinamiento (5). De acuerdo a INEGI-SEMARNAP,6 los residuos sólidos domiciliarios son una mezcla de:
Códice Florentino
Este códice, es llamado así porque se conserva en la Biblioteca Medicea Laurenciana de Florencia, es una copia que envió su autor Fray Bernardino de Sahagún a Roma para que fuera entregada al papa Pio V en 1580.
El Códice Florentino fue escrito en la antigua Tenoch-titlan, hoy centro histórico de la Ciudad de México, entre 1575-1585. El propósito de esta obra fue rescatar el conocimiento que tenían los nativos mexicanos de la naturaleza y sus costumbres.
Sahagún menciona dos veces a tzayanal-quilitl, con valor alimenticio: “Hay otra hierba que se llama tzayanal-quilitl que se hace en el agua tiene las ramas huecas y arpadas y es de buen comer” y con valor medicinal: “planta medicinal que tiene un gran número de pequeños tallos y las hojas son dentadas, su raíz es bueno para las mujeres que alimentan a los niños con diarrea” (4,5).
Códice Mendocino
El Códice Mendocino o Mendoza recibe su nombre debido a que fue el virrey de la Nueva España, don Antonio de Mendoza, que desempeñó su cargo de 1535 a 1550, quien lo mandó hacer con el fin de enviar a Carlos V informes sobre los antiguos mexicanos. Este Códice tiene información importante en lo concerniente a la imposición de los tributos que recibían los aztecas de sus pueblos conquistados.
Además de la parte tributaria, también nos brinda una excelente semblanza de la vida y las costumbres de los antiguos pueblos mexicanos. Se sabe que procede de la ciudad de Tenochtitlán, desconociéndose el año exacto de su elaboración.
En el Códice Mendocino se representa la planta y su nombre náhuatl. Esta planta se ofrecía como tributo junto con otros muchos artículos como mantas, piedras, plumas, etcétera (6).
Historia de las plantas de la Nueva España
Su autor fue Francisco Hernández protomédico español enviado por el Rey Felipe II a la Nueva España para registrar plantas medicinales, concluyó su estudio en 1576, pero la obra se publicó hasta 1635. Hernández menciona a tzatzayanal-quilitl señalando que tiene un segundo nombre en lengua náhuatl: Coaquiltic, que significa culebra verde. Textualmente menciona:
[…] provoca la orina, quita la flatulencia, calienta el estómago, laxa el vientre. Alivia los cólicos, calma los dolores de vientre, cura las afecciones del útero y se toma disuelta en agua contra los fríos de las fiebres periódicas. Suele también administrarse a los niños con fiebre, y aun a los mayores, a quienes aprovecha quizás cociendo o destruyendo la causa de la enfermedad. El cocimiento de la raíz corrige la leche de las nodrizas cuando está viciada por empacho (7).
Hernández no ilustró con dibujo alguno a esta planta pero la consideró por su uso medicinal.
Otros nombres y usos actuales
En la actualidad tzayanal-quilitl o Berula erecta recibe otros nombres comunes en la región sureste de la Cuenca del Valle de México: berro, berro de tomar, berro de palma, berro de agua.8 En Chiapas: bulha’. Michoacán: bulhá, chorure, malcasado; en lengua zapoteca: queza-picchi ychoruri.9 En inglés su nombre común es waterparsnip. A Berula erecta se le emplea principalmente en afecciones del hígado en la región sureste de la Ciudad de México8 y Michoacán, para lo cual se debe tomar el agua fresca preparada con las hojas licuadas y coladas. En Durango, esta misma preparación suele usarse para la sangre. En Chiapas, se le utiliza contra la disentería. Asimismo, contra el dolor de estómago y vómito se bebe la infusión después de que al enfermo se le da un baño. Por otro lado, se recomienda la raíz del berro, molida con cacao como secante de granos, aplicando las hojas molidas, sola o con Mentha spp. Además, se sugiere beber la infusión de las hojas contra la calentura y ocupar la raíz pasándola sobre el cuerpo para “barrer de espanto”. También se le usa en problemas renales y se le refiere como fresca para el estómago (9).
Conclusión
En las cuatro obras del siglo XVI se refieren a Berula erecta con su nombre en náhuatl de la época: tzayanal-quilitl. La palabra tzayanal-quilitl por una parte hace referencia a una característica botánica ya que la raíz tzayanalli significa desgarraduras, refiriéndose al borde aserrado de los foliolos (Figura 2); por otra parte quilitl significa hierba comestible (10), señalando a uno de sus dos valores de uso. Las imágenes que representan a tzayanal-quilitl en el Códice Badiano, Códice Florentino y Códice Mendocino están simplificadas o idealizadas por lo que no representan fielmente las características morfológicas de la especie (Berula erecta).
Esta hidrófita sobrevive en el sureste de la Ciudad de México, a pesar del deterioro ambiental. Sus usos comestible y medicinal prevalecen desde la época prehispánica, por lo que es importante conservar ambientes lacustres como los de Tláhuac, Mixquic, Xochimilco para que esta planta acuática prevalezca como legado de nuestros antepasados para las nuevas generaciones.
Referencias:
1 Lot A y Novelo A. Iconografía y estudio de las plantas acuáticas del valle de México y sus alrededores (Instituto de Biología), UNAM. México (2004).
2 Rzedowski GC y Rzedowski J. Flora Fanerogámica del Valle de México (Instituto de Ecología y Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad), Pátzcuaro, Michoacán, México (2001).
3 De la Cruz M. Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis. Manuscrito Azteca de 1552 , Fondo de Cultura Económica e Instituto Mexicano del Seguro Social, México (1991) 44.
4 Sahagún B. Códice Florentino, Talleres Gráficos del Museo Nacional de Antropología, Historia y Etnografía, México (1926) Libro XI, 186.
5 Sahagún B. Historia general de las cosas de la Nueva España, Porrúa, México (1977) 282-302.
6 Hermann MA. Historia de los Códices: Códice Mendoza. Arqueología Mexicana 97 (1993) Lámina M_31r_A.
7 Hernández F. “Historia de las Plantas de Nueva España” en Obras completas, Universidad Autónoma de México, México (1960) Libro 2, capítulo CXXII.
8 Miranda G. Plantas Acuáticas Útiles del Valle de México (Tesis Profesional. Facultad de Ciencias, Universidad Autónoma de México). UNAM. México (1980) 31-60.
9 Hanan A y Mondragón J. Berula erecta. Malezas de México, Heike Vibrans (ed) CONABIO, México (2009). Consultado el 17 de abril del 2012.
10 Garibay A. “Nombres nahuas” en De la Cruz M (edit), Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis. Manuscrito Azteca de 1552, Fondo de Cultura Económica e Instituto Mexicano del Seguro Social, México (1991) 232.