La ouija del diablo (detector molecular GT-200, un fraude total)
Fis. Alfredo Osorio S.
“No hay ninguna dificultad para resolver un caso: sólo escuchar pacientemente a ambas partes, considerar luego lo que uno cree que requiere la justicia y decidir conforme a ello; pero nunca dar sus motivos, pues el juicio de uno probablemente será correcto, pero los motivos seguro que serán erróneos”
Lord Mansfield
En 2008 el Gobierno Federal llevó a cabo la compra de 940 detectores moleculares GT 200 con un costo promedio de 30 mil dólares cada uno (a la cotización actual, casi 400 000 mil pesos cada uno, dando un total de 351 millones de pesos). El pretexto fue de que era un “elemento tecnológico para la lucha contra las drogas”; si una compañía de juguetes los hubiese construido, cada “detector” no habría costado más de, exagerando, 100 pesos cada uno. En pocas palabras, algún miembro del gobierno federal se agenció conjuntamente con su contraparte inglesa Global Technical LTD la nada despreciable cantidad de más de 350 millones de pesos. Usted se puede preguntar cuál es la razón de que esté tratando temas que corresponden más a una columna de tipo político que una de ciencia y tecnología. La razón es la siguiente: le voy a mostrar de que manera la probabilidad y la estadística pueden ayudar a los ciudadanos, en este caso al menos a desenmascarar las tranzas que hacen los funcionarios del gobierno federal, y, lo más importante, ayudar a las víctimas que hubo por la absoluta ineficacia del “Detector Molecular GT 200”.
Al menos el nombre es para apantallar a la gente; se incluye la palabra molecular para dar la impresión de que se trataba de un dispositivo “científico”, que de científico sólo tuvo el nombre. Para un matemático estándar la situación no tiene vuelta de hoja. Con una técnica de probabilidad y estadística elemental se podría haber demostrado la ineficacia del multimencionado “detector molecular”. Para ilustrar lo que quiero decir, valgan los siguientes ejemplos: cuando usted lanza una moneda al aire la probabilidad de obtener un “águila” es ½(0.5); si usted tira un dado, la probabilidad de obtener, por ejemplo, 4, es 1/6(0.166666…). Lo anterior no tiene ninguna dificultad, sin embargo, si le pido que calcule la probabilidad de que en un salón de clases con 50 alumnos, al menos dos de ellos tengan la misma fecha de nacimiento sin que hayan nacido necesariamente en el mismo año, el resultado es mayor a 0.9 (recordemos que la probabilidad es un número que está entre 0 y 1, un evento imposible tiene probabilidad 0, y un evento seguro, 1); en pocas palabras, es casi seguro que en un salón con 50 alumnos haya al menos dos alumnos con el mismo cumpleaños, claro, no necesariamente del mismo año.
Le menciono los resultados anteriores de la teoría de la probabilidad para que, si usted no es matemático, tenga una idea de lo que hicieron –separadamente, los investigadores de la UNAM Luís Mochan, y el físico molecular Alejandro Ramírez, de la Universidad Autónoma de Morelos. Por medio de la probabilidad y la estadística le hicieron unas pruebas elementales al “detector molecular” para mostrar la eficacia del mismo, los resultados fueron como se esperaban: un fraude. La probabilidad de que el “detector molecular” fuese fiable era menor a 0.041 (este último resultado es un cálculo mío, de acuerdo a las condiciones que relata la prensa). Lo anterior quiere decir que si 1000 personas fueron acusadas por el “detector molecular” en sólo 41 tendrían “éxito”. Aquí es sumamente importante explicar lo que significa “éxito”. Significa, ni más ni menos, que si una persona era señalada por la “ouija del diablo” como ahora se conoce al “Detector Molecular GT 200”, esa persona era condenada a pasar años en la prisión acusada de manera falsa por la “ouija del diablo”, como dicen Mochan y Ramírez “un volado” con una moneda era mucho más fiable que la “ouija del diablo”. Las consecuencias todavía las están sufriendo las personas que fueron acusadas de esta manera. Lo más correcto sería que estas víctimas pudiesen demandar ante una corte internacional la reparación por los daños y perjuicios que les causo este “dispositivo” del demonio creado por la compañía inglesa que, para colmo, resulto ser un vulgar plástico -sin nada en su interior- más corriente que común. Aquí vemos la utilidad de la matemática.
De neurona a neurona:
“He admirado muchas veces el sistema místico de Pitágoras y la magia secreta de los números”
Thomas Browne