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México en peligro latente por tsunamis

Francisco Guerra

@kaifrank

Imagine que vive a orillas del mar en una bella y colorida casa que guarda todos los amaneceres y esconde todos los atardeceres. Ahora, imagine que en uno de esos amaneceres sale a tomar el aire puro, que todos los días le comparte el mar y el cielo, y en lugar de eso se topa con una ola de 10 metros que va hacia usted y… ¡alto, alto! Demasiado trágico para ese bello amanecer.


La realidad es que las costas mexicanas, particularmente las occidentales, cuentan con un peligro latente por sismos que provoquen catastróficos tsunamis (en español es correcto decir maremotos). De acuerdo a investigaciones del Centro de Alerta de Tsunamis (CAT) de la Secretaría de Marina (México), históricamente se han registrado 60 tsunamis en la costa del Pacífico mexicano en aproximadamente 250 años; los tsunamis originados localmente han alcanzado olas de hasta 10 m de altura con promedios de olas de 5 m, mientras que los tsunamis de origen remoto han alcanzado olas de 2.5 m de altura.


En años recientes en México no han sucedido tsunamis tan destructivos como los acaecidos en Chile (1960, 2010), Alaska (1964), Sumatra (2004) y Japón (2011). A pesar de lo anterior, el Centro de Alerta de Tsunamis asegura que no se puede descartar la posibilidad de la ocurrencia de tsunamis con esas características en las costas de México.


De acuerdo con el Catálogo de Tsunamis (Maremotos) en la Costa Occidental de México de Antonio J. Sánchez y Salvador F. Farreras, se presentaron en el siglo XVIII cuatro tsunamis de características considerables, 10 en el siglo XIX y 24 en el siglo XX.

Entre los eventos más intensos que han ocurrido en México se encuentran los siguientes: el de Septiembre 1 de 1754, originado por un sismo que se localizó cerca de Acapulco y de San Marcos; el tsunami generado por el sismo provocó olas de entre 4 y 5 m de altura, lo que ocasionó la inundación de la plaza principal del puerto de Acapulco. En marzo 28 de 1787 ocurrió un sismo de más de 8.0 de magnitud que provocó un tsunami que afectó diversas localidades guerrerenses, este tsunami es considerado uno de los más fuertes presentados en México; el alcalde de Igualapan, Guerrero, describió el tsunami en la Gaceta de Acapulco en mayo de 1787 de la siguiente forma: “El mar se vio correr en retirada, y luego crecer y rebosar sobre el muelle, repitiéndose esto varias veces por espacio de 24 horas… Algunos pescadores en la barra de Alotengo, a las once horas de ese día, vieron con asombro que el mar se retiraba, dejando descubiertas en más de una legua (≈4 kilómetros) de extensión tierras de diversos colores, peñascos y árboles submarinos, y que retrocediendo luego con la velocidad con que se había alejado, cubría con sus ondas los bosques de la playa, en que se internó más de dos leguas (≈8 kilómetros), dejando entre las ramas de los arboles al volver a su casa, muchos y variados peces muertos…”

Otro de los eventos más fuertes sucedidos en México fue el de Junio 22 de 1932 donde un sismo de magnitud 7.7 originado cerca de Colima provocó el tsunami más destructivo de los producidos en la Fosa Mesoamericana durante el siglo XX. Una ola de más de 10 m causó la muerte a más de 75 personas y más de 100 heridos en Cuyutlán, Colima. La inundación ingreso a tierra adentro en un kilómetro, los daños materiales fueron de entre 2 y 6 millones de pesos, las construcciones cercanas al mar (hoteles, residencias y casas) fueron destruidos completamente. Todo fue destruido en 20 kilómetros de franja costera por un kilómetro tierra adentro.

El periódico Excélsior, en 1932, relata dramáticamente el tsunami: “Dos o tres minutos antes de que viniera la ola, las aguas del mar se recogieron de manera violenta, y a medida que se retiraban, se hinchaban como si el líquido que retrocedía se fuera amontonando en capas, una sobre otra, hasta formar la apariencia de un muro monumental, no con el aspecto de una ola sino de un frente vertical, cortado a pico. Esta avalancha se retiró de 300 a 400 m. mar adentro y de pronto avanzó con violencia inusitada en dirección del pueblo. La dantesca avalancha avanzó destrozando y arrasando cuanto hallaba a su paso, derrumbando hoteles, casas, muros, enramadas, bodegas, palmas, etc., conservando su aspecto de muro de gran elevación, hasta que alcanzó el Hotel de Santa Cruz (situado sobre un médano alto de arena) estallando y cayendo en densa sábana sobre las construcciones y el pueblo todo que estaba a nivel inferior. Las casas y hoteles quedaron totalmente destruidos, y los lugares por donde pasaba la deforme mole liquida quedaban convertidos en playa llana. El Hotel Cevallos formado por tres construcciones de cemento armado quedó hecho pedazos, y los bloques diseminados en una extensión de varios centenares de metros. Tres minutos fueron suficientes para arrasar todo el balneario. En las charcas que dejó la formidable marejada, flotaban los cadáveres de niños y adultos ahogados. Un camión fue lanzado con tripulantes y todo desde la playa, a más de doscientos metros por sobre las casas. La calle principal quedó cubierta de enormes peces y tiburones de gran tamaño, así como escombros, heridos y ahogados. Palmas enormes fueron barridas. El mar arrastró cabezas de ganado vacuno, cerdos, perros, caballos, gallinas, etc. El fenómeno abarcó 7 kilómetros y la ola entró hasta la vía del ferrocarril que está a un kilómetro de la playa, dejando un hacinamiento de árboles y cadáveres de animales sobre la vía férrea. En Manzanillo, durante uno de los sacudimientos del temblor, el mar descendió aproximadamente 9 m su nivel normal y solo se recuperó dos horas después”.

Como pueden ver la destrucción de estos eventos no es nada trivial por el contrario ha sido catastrófica. A pesar de existir medidas, estrategias y herramientas de monitoreo constante en las costas mexicanas (p. ej. Red Mareográfica Nacional), la ciencia no logra aún prever este tipo de siniestros para alertar a la población con anticipación y evitar la pérdida de vidas. Dentro de la comunidad científica queda la labor de realizar estudios, por ejemplo, de series de tiempo (que seguramente ya se han hecho) y determinar los periodos de retorno de este tipo de sucesos para tener cálculos aproximados de ocurrencia de los fenómenos. ¡Hay mucho que hacer!

No quiero pecar de alarmista pero debemos estar preparados, particularmente las personas que habitan en las costas, estos eventos no avisan, son súbitos, así como ocurren hoy o mañana pueden ocurrir en 20, 50 o 100 años. No debemos pecar de incrédulos ni mucho menos de confiados de que el evento no se dará, la población debe adoptar medidas de prevención y alerta constantes ante cualquier contingencia.

Literatura citada

Sánchez Devora. A., y Farreras, S. 1993. Catálogo de Tsunamis (Maremotos) en la Costa Occidental de México. USA, World Data Center A. National Oceanic and Atmospheric Administration. United States Geological Survey. World Data Center A for Solid Earth Geophysics Publication SE-50. 94pp.

Centro de Alerta de Tsunamis (CAT). 2013. Historia de los tsunamis locales ocurridos en México (Compilación). Secretaría de Marina. 18 pp.

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