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Cosas asquerosas dentro de ti

Miguel Ángel Méndez Rojas

Por lo regular no ponemos atención en esos pequeños –y grotescos– detalles cotidianos de la vida, de los que la gente por prudencia y educación (y tal vez vergüenza) no comenta, pero que en lo privado, en lo muy íntimo, son tema sutil de conversación entre los compañeros del trabajo y sirven, anecdóticamente, para enriquecer una charla de cantina entre caballeros. Y es que todos tenemos que aceptar que no podemos permanecer ajenos a la realidad de nuestros humores, olores, secreciones y excretas. Forman parte de nuestra naturaleza y nos recuerdan, de tiempo en tiempo, nuestra parte animal, aunque en muchos casos, es una reafirmación persistente. Hagamos un recorrido cultural y turístico por algunas de nuestras cosas más asquerosas y repugnantes:

Sudor

No necesita ser un verano caluroso, ni tampoco requiere que nos esforcemos con una marcha a trote de 42 kilómetros. Nuestras glándulas sudoríparas intentarán mantener la temperatura corporal en su rango óptimo (37°C) a través de la transpiración. Claro, a veces no es cuestión de temperatura: el miedo, las emociones en general, pueden también hacernos sudar. ¡Te acuerdas de aquella morena escultural que jurabas te miraba fijamente en el banco y que súbitamente se te acercó, ondulante en su andar, y tu mojabas la camisa como en el trópico! Un torrente agua mezclada con amoniaco, urea, sales diversas y azúcares se abría paso a través de los poros para evaporarse al entrar en contacto con el aire, resultando en un refrescante enfriamiento. Claro, hay sitios con mayor acumulación de sudor que otros. Tus sobacos, el área de tu entrepierna, tus pies, tu cabeza, tus manos. ¿Es el sudor causante del mal olor? No necesariamente. Éste es causado por bacterias que viven en el cuerpo que, al mezclarse con el sudor, generan este peculiar aroma. Una persona común y corriente pierde aproximadamente unos 2.5 litros de agua al día a través de la sudoración, una razón más para mantenernos hidratados.

Mocos

Seguramente también notaste al entrenador alemán Joachim Low capturado in fraganti mientras hurgaba en los contenidos de su nariz, mismos que posteriormente degustó frente a una audiencia calculada en los 2,200 millones de personas. Lo que buscaba en dicha cavidad nasal, no eran oportunidades de gol, sino una breve golosina con que calmar los nervios: mocos. Viscosos, a veces transparentes, otras verdosos o amarillentos, su sabor es variable. Nuestras fuentes periodísticas dicen que son salados, aunque algunos afirman que llegan a tener notas dulzonas o amargas. Cerc Lo cierto es que el moco es un verdadero coctel químico, conteniendo glicoproteínas, proteoglicanos, anticuerpos, enzimas y sustancias antisépticas que, al ser deglutidas en este acto denominado “mucofagia”, pueden ayudar a nuestro sistema inmunitario a producir anticuerpos de una manera segura para nuestra salud, razón por la que algunas personas defienden esta repugnante costumbre. Un buen pretexto para la próxima vez que estés esperando a que cambie el semáforo de color: es un momento excelente para reforzar nuestro sistema inmune.

Flatulencias

El que tiene las orejas rojas, ese fue. Al menos es lo que la gente dice, tratando de evitar reconocer alguna responsabilidad en ese ventarrón inoportuno dentro del ascensor. Por lo regular no deberían presentar ningún aroma peculiar: son entre un 70 a un 90% nitrógeno gaseoso, mientras que entre un 10 a un 30% de su composición es dióxido de carbono. También encontramos ahí metano y oxígeno (0-10%) e hidrógeno. Pero si ese día desayunaste una tortilla de huevo, frita en aceite o mantequilla, seguramente tus vecinos del elevador lo notarán, de una forma desagradable. Concentraciones a nivel traza de ácido butírico, sulfuro de hidrógeno y disulfuro de carbono, encenderán las alarmas de los receptores olfativos de la gente a tu alrededor, haciéndolos esbozar un gesto de “¡Iuuuuuu!” muy comprensible, al tiempo que se alejan un paso de ti. Pero que no te la hagan de tos: las flatulencias son signo de buena salud y, excepto en los casos en donde se origina por infecciones estomacales causadas por bacterias anaerobias o por tomar lácteos cuando eres intolerante a la lactosa, son parte natural de nuestra vida. Durante un día promedio, expulsamos entre 0.5 y 2 litros de gases, alrededor de unas 14 veces en ese lapso de tiempo.

Excrementos y orina

Aproximadamente 150 gramos de excrementos al día, 4.5 kilogramos al mes, 54 kilos al año, es lo que una persona promedio deposita en el inodoro, cuando no está estreñido. Por otro lado, orinamos entre 0.4 y 2.5 litros al día (al final de nuestra vida, habremos evacuado cerca de 39,000 litros de orina, suficientes para llenar una pequeña alberca). La composición química de los excrementos es variable y depende tanto de la edad del individuo, como de su dieta y estado de salud. En su mayoría es agua (3/4 partes), y el 25% restante está formado por proteínas, grasas, alimentos no digeridos, bagazo, sedimentos de jugos digestivos, células intestinales, bacterias muertas y sales inorgánicas. La orina, por otra parte, está compuesta principalmente por agua (95%), sales minerales (2%) y 3% de urea y ácido úrico. Éstos últimos compuestos son los principales componentes provenientes del proceso de degradación de proteínas, que también genera creatinina, amonio, fósforo y cetosteroides. De hecho, el alquimista alemán Hennig Brandt obtuvo a partir de su propia orina en 1669, fósforo blanco en lo que se reconoce como un evento histórico de aislamiento de este elemento en su forma pura, inmortalizado pictóricamente por Joseph Wright of Derby en 1771.

Cerilla o cerumen

No podemos negar la sensación placentera posterior a limpiar con un hisopo nuestro canal auditivo. El cerumen producido por glándulas sebáceas y sudoríparas, es una mezcla de lípidos (grasas) del tipo del escualeno, el lanosterol y el colesterol y otros ácidos grasos de cadena larga, los que hacen hidrofóbico el canal auditivo y ayudan a repeler el agua . Su función principal es la lubricación del canal auditivo, y la inhibición del crecimiento bacteriano. Además contiene aminoácidos, proteínas, iones mineales, enzimas, inmunoglobulina y anticuerpos y sustancias que ahuyentan a los insectos (que no dudarían de otra manera en penetrar a tu cráneo y alojarse en una cavidad húmeda, oscura y cómoda como la del oído). El pH de la cerilla es ácido (4.5) y producimos suficiente a lo largo de nuestra vida como para hacer unas 5 velas.

Claro, hay otras secreciones asquerosas que podríamos mencionar. Tenemos un olor corporal asociado a nuestra química sanguínea, nuestra salud, nuestra alimentación. También están los eructos, el mal aliento, el aroma de nuestros pies luego de un intenso día de trabajo. Pero como dice el ogro verde de la película, “Mejor afuera que adentro”. Provecho.

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