Lo pequeño también puede ser útil: La nanociencia y la nanotecnología
Miguel Ángel Méndez Rojas
México se ha convertido en un destacado actor regional (y me refiero a América Latina) en el tema de la nanociencia y la nanotecnología (NyN). No solamente contamos con investigadores de alto nivel, que trabajan competitivamente (y con los pocos recursos disponibles) en temas de vanguardia en el área, sino que además hemos dado los primeros pasos en la formación de cuadros profesionales especializados en el campo. En el año 2006 se creó el primer programa académico a nivel licenciatura para la formación de profesionales en NyN. La Licenciatura en Nanotecnología e Ingeniería Molecular de la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP) se convirtió así en el programa pionero en toda Latinoamérica y a la fecha, con más de 30 egresados, ha contribuido a formar futuros especialistas en el tema de las NyN que prometen contribuir al desarrollo regional y nacional. Sin embargo, no fue ni ha sido fácil. Al inicio, muchas personas vieron con cierta desconfianza el surgimiento de este programa. Pronosticaron que fracasaría, que sus egresados no encontrarían cabida en ningún programa de posgrado ni podrían insertarse en el sector productivo. Otros más, con cierto recelo, criticaron la aparición de este tipo de carreras, tachándolas de “formadores de profesionales de todo, especialistas de nada” o incluso reclamando que competían injustamente con carreras históricamente ya establecidas. La realidad es que todas estas ideas estaban equivocadas y el tiempo fue dando respuesta a cada aseveración. Luego de 8 años del ingreso de la primera generación latinoamericana de Nanotecnología e Ingeniería Molecular, ocho generaciones han ingresado y 4 egresado. Muchos de ellos han ingresado a programas de posgrado en México y en el extranjero altamente competitivos como los de Oxford University, la Universidad de Texas en Dallas, Kingh Abdullah University of Science & Technology o la University College of London. Algunos más trabajan en compañías como PPGG, Saint Germain, Colgate o SABIC y a través de su visión única del mundo (la interdisciplinaridad) han confirmado que las universidades nos deben preparar con una visión general y amplia de las cosas. Que la transformación de éstas en instituciones educativas que preparan especialistas para un mercado que hoy existe, no contempla que la realidad es cambiante y que las necesidades del futuro todavía no se han imaginado. Las universidades deben preparar gente capaz de reinventarse constantemente y, a través de carreras como la de Nanotecnología e Ingeniería Molecular, esto es una realidad cotidiana.
Pero el futuro se crea hoy, y hoy, todavía hay poca fe en lo que esta área promete. Afortunadamente en los últimos años se han hecho avances muy esperanzadores, trabajando muchas veces contra viento y marea. Se ha ido consolidando un grupo muy competitivo de investigación en el área de Nanobiomedicina, el cual ha sido capaz de publicar investigación de vanguardia en revistas de alto impacto, de explorar mediante proyectos con tesistas de licenciatura y posgrado distintos problemas relacionados con la toxicología de los nanomateriales, su aprovechamiento como sistemas de transporte y liberación controlada de fármacos y el diseño de los primeros agentes de contraste nanoestructurados hechos en México para aplicación en imagenología de resonancia magnética. También se han generado sinergias de trabajo con colegas en diversas instituciones, muy en particular con el Centro de Investigaciones Biomédicas de Oriente del Instituto Mexicano del Seguro Social, con investigadores de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla y de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, del Hospital Infantil de México, del Hospital General “Dr. Manuel Gea González” y del Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica. En colaboración con médicos, físicos, ingenieros, bióquímicos, inmunólogos y químicos hemos desarrollado materiales con prometedoras aplicaciones potenciales para la detección temprana de enfermedades como el cáncer, para el tratamiento de distintos padecimientos y encontrado información importante para disminuir el potencial toxicológico de los nanomateriales. También hemos abierto frentes de trabajo interdisciplinario con el Colegio de Postgraduados (COLPOS) en Texcoco, Estado de México, en donde exploramos el uso de nanomateriales para encapsulación de nutrientes, pesticidas y fármacos para aplicaciones en ganadería y agricultura.
Pero aún hay muchos retos que enfrentar. Pero quizá sea mejor verlos como oportunidades esperando su momento de ser resueltas. A nivel nacional, la infraestructura de investigación se concentra en unas cuántas instituciones y no toda ella es de fácil acceso. El sureste mexicano necesita un centro de investigación que permita catalizar el desarrollo de nuevos materiales (avanzados y nanoestructurados) que, con la colaboración de las distintas instituciones académicas, empresas y gobiernos estatales, nos permitan transformar económicamente toda la región en un polo de desarrollo, cuyo motor sea la innovación y la investigación científica y tecnológica. El enorme potencial que la propiedad intelectual derivada de esta área nos permitiría obtener, nos acercaría a pasos acelerados a estados con economías más dinámicas, que sin duda repercutirían en el bienestar general de la sociedad y en la atracción de nuevas inversiones. Un Centro Regional de Investigación en Nanociencia y Nanotecnología o un Laboratorio Nacional de Investigación en Nano y Microtecnologías, no solo nos pondría en el mapa sino que atraería a jóvenes investigadores a la región para multiplicar la productividad y los recursos humanos altamente especializados.
¿Qué estamos esperando? ¿Seguir apostando todo a la seguridad de una economía basada en negocios familiares, en autopartes o en el turismo? ¿O queremos seguir el ejemplo de las Sociedades basadas en el Conocimiento?
Yo apostaría por esto último. #goNano