Una explicación del egoísmo: el dilema del prisionero
Fis. Alfredo Osorio S.
Se repite siempre la misma historia: cada individuo no piensa más que en sí mismo.
Sofocles (495-406 aC).
El único egoísmo aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno mejor.
Jacinto Benavente (dramaturgo español).
Merrill M. Flood y Melvin Dresher lo crearon, en 1950, y W. Tucker le puso el nombre del Dilema del Prisionero. En las finanzas, la guerra, en la ética, en la biología, en la cotidianeidad, etc., surgen frecuentemente situaciones que pueden ser modeladas por la lógica del dilema del prisionero. ¿En qué consiste? En varios libros, revistas, videos, etc., aparece el mencionado dilema (en el caso “clásico”). Una presentación aceptable la he tomado de wikipedia, y es la siguiente, a saber:
La enunciación clásica del dilema del prisionero es:
La policía arresta a dos sospechosos. No hay pruebas suficientes para condenarlos y, tras haberlos separado, los visita a cada uno y les ofrece el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a la pena total, diez años, y el primero será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y será el cómplice quien salga libre. Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años. Si ambos lo niegan, todo lo que podrán hacer será encerrarlos durante seis meses por un cargo menor.
Vamos a suponer que ambos prisioneros son completamente egoístas y su única meta es reducir su propia estancia en la cárcel. Como prisioneros tienen dos opciones: cooperar con su cómplice y permanecer callado, o traicionar a su cómplice y confesar. El resultado de cada elección depende de la elección del cómplice. Por desgracia, uno no conoce qué ha elegido hacer el otro. Incluso si pudiesen hablar entre sí, no podrían estar seguros de confiar mutuamente.
Si uno espera que el cómplice escoja cooperar con él y permanecer en silencio, la opción óptima para el primero sería confesar, lo que significaría que sería liberado inmediatamente, mientras el cómplice tendrá que cumplir una condena de 10 años. Si espera que su cómplice decida confesar, la mejor opción es confesar también, ya que al menos no recibirá la condena completa de 10 años, y sólo tendrá que esperar 6, al igual que el cómplice. Y, sin embargo, si ambos decidiesen cooperar y permanecer en silencio, ambos serían liberados en sólo 6 meses.
Confesar es una estrategia dominante para ambos jugadores. Sea cual sea la elección del otro jugador, pueden reducir siempre su sentencia confesando. Por desgracia para los prisioneros, esto conduce a un resultado regular, en el que ambos confiesan y ambos reciben largas condenas. Aquí se encuentra el punto clave del dilema. El resultado de las interacciones individuales produce un resultado que no es óptimo -en el sentido de eficiencia de Pareto-; existe una situación tal que la utilidad de uno de los detenidos podría mejorar (incluso la de ambos) sin que esto implique un empeoramiento para el resto. En otras palabras, el resultado en el cual ambos detenidos no confiesan domina al resultado en el cual los dos eligen confesar.
Si se razona desde la perspectiva del interés óptimo del grupo (de los dos prisioneros), el resultado correcto sería que ambos cooperasen, ya que esto reduciría el tiempo total de condena del grupo a un total de un año. Cualquier otra decisión sería peor para ambos si se consideran conjuntamente. A pesar de ello, si siguen sus propios intereses egoístas, cada uno de los dos prisioneros recibirá una sentencia dura>>.
Mencioné que el dilema del prisionero se aplica en diversos ámbitos de las actividades humanas. En esta entrega quiero subrayar la aplicación en el campo de la biología, particularmente en los trabajos plasmados, desde 1981, por Robert Axelrod y William Hamilton (de la Universidad de Michigan) al estudiar lacooperación en las sociedades biológicas. Con el apoyo de los programas computacionales, es decir, con la simulación mostraron las conductas de “poblaciones” artificiales dándose cuenta de correspondían a una gran cantidad de ejemplos biológicos a los que es aplicable el dilema del prisionero.
En 1999, en la revista Nature, 398, en un artículo firmado por P.E. Turner y L. Chao titulado “El Dilema del Prisionero en un Virus RNA” y traducida al español por la revista “La Recherche” en español número 208, nos dicen lo siguiente: “con los fagos, unos modestos virus – sólo algunas hebras de DNA- el trabajo experimental es posible. <En efecto, para multiplicarse en la bacteria a la cual infecta, cada fago tiene necesidad de sintetizar proteínas, Turner y Chao han comparado ingeniosamente el nivel de adaptación (la virulencia, medida gracias a un marcador genético) del mutante ΦH2, un mutante que fabrica estas proteínas en cantidad menor que la cepa original Φ6. En otras palabras: el fago ΦH2 adopta una estrategia de no cooperación, mientras que, por su parte, Φ6 sí coopera. Sus resultados se reflejan en una matriz de dos líneas y dos columnas…>
Después de aclarar algunas objeciones expuestas por los especialistas, Turner y Chao, concluyen: <…Lo que cuenta es que, en una bacteria, cualquiera que sea la relación entre fagos cooperantes y no cooperantes, la estrategia de no cooperación es la ganadora. Necesariamente, los no cooperantes se multiplicaran más aprisa, perjudicando la adaptación media global>.
¿Quizá este comportamiento entre virus explique los comportamientos, conductas, humanas? ¿El dilema del prisionero justifica la indiferencia social ante las agresiones gubernamentales hacia los ciudadanos? ¿Por este dilema del prisionero nos importa un comino, “gasolinazos”, trinquetes electorales, violencia social, terrorismo, secuestros, esclavitud disfrazada, “reformas”, impuestos desorbitantes, privatizaciones, corrupción generalizada, los atracos de Oceanografía a Pemex, por casi 500 millones de dólares, etc.?