¿Podremos prevenir los temblores?
Fis. Alfredo Osorio S.
Técnicamente un seísmo es un estado vibratorio o inestabilidad de la corteza terrestre, que se presenta súbita y violentamente, produciendo desplazamientos en el suelo, que pueden ser horizontales o verticales. Esto trae como consecuencia las continuas transformaciones y cambios de la superficie de la tierra. Su origen es diverso, ya que puede ser por la ruptura de la corteza terrestre, por el movimiento de las placas tectónicas o por influencia de un volcán
Cuando la Tierra tiembla, las vibraciones se propagan en todas direcciones a partir del foco. Inicialmente son de dos tipos, las que comprimen y dilatan alternativamente las rocas, a la manera de un acordeón, y las que las cizallan, que son más destructivas. Las primeras, las más rápidas (ondas P), viajan por la corteza a unos 6 km/s pero pueden ir más despacio en las rocas poco consolidadas. Las segundas (ondas S), debido a las propiedades elásticas de las rocas, viajan casi a la mitad de la velocidad de las ondas P, pero son cinco veces más intensas. ¿Es posible distinguirlas cuando tiene lugar un seísmo bajo nuestros pies? Sí. Las ondas P vibran en su dirección de propagación; levantan o hunden el suelo. Las ondas S, en cambio, vibran perpendicularmente y nos sacuden horizontalmente. Así, en un seísmo lejano, la llegada de la onda P permite anticipar la de las ondas S. Esta regularidad ha permitido salvar vidas. Pero las sacudidas no acaban aquí. A estas primeras sacudidas les siguen otras. En efecto, dado que la Tierra no es homogénea, las ondas P y S son reflejadas y refractadas por las distintas capas. También pueden ser guiadas por la superficie del suelo y formar ondas de Rayleigh o de Love. Estas llegan más tarde y se propagan de manera compleja. Cuando se trata de un gran seísmo, estas ondas pueden dar varias vueltas a la Tierra. El planeta puede vibrar mucho tiempo después de la ruptura inicial, como un gong que resuena después de haber sido golpeado.
Es frecuente escuchar que la mejor prevención es conocer las zonas de riesgo y cultivar el recuerdo histórico, ya que donde se ha dado un terremoto, tarde o temprano, se produce otro. Realmente los mayores seísmos, frecuentemente, están precedidos de ciertos cambios físicos medibles en los lugares cercanos a sus epicentros. Desde 1960 se vienen dedicando grandes esfuerzos científicos a estos temas pero muchos investigadores creen que no hay ningún método, con un alto grado de seguridad, capaz de predecir el tiempo, lugar y magnitud de un terremoto. Esa seguridad la proporcionaría el conocimiento exacto de cada falla y de su evolución, pues de acuerdo con el sismólogo David Schwartz “en mayor o menor escala existen hechos físicos que son los que controlan donde tiene lugar una ruptura y cuáles serán sus dimensiones”. Para conseguirlo sería preciso detectar y cartografiar las redes de fallas existentes, descifrar los indicios de su existencia, estudiarlas in situ y usar masivamente las nuevas técnicas de imágenes de los satélites que pueden percibir, si es preciso, deformaciones milimétricas del suelo.
Panayiotis Varotsos y sus colegas griegos, los físicos N.Alexopoulos y I. Nomicos, se vienen enfrentado a los sismólogos oficiales de su país, protestando por el rechazo a su método VAN (por las iniciales de sus apellidos) de predicción de terremotos. Este se basa en su observación de que los materiales bajo estrés emiten señales eléctricas características que se pueden recoger y estudiar. Convencidos de ello, en 7 localizaciones diferentes de Grecia, han montado una estaciones de predicción consistente, cada una de ellas, en una serie de pares de electrodos conectados al suelo, separados por cables de 3 a 4 kilómetros de longitud, capaces de registrar señales eléctricas claras, desprovistas de ruido de fondo y de efectos ionosféricos. La alteración de la normalidad y periodicidad de las señales la interpretan como signo de estresamiento y de que puede ocurrir un seísmo, dentro de un periodo entre 3 y 6 semanas. Según los autores del método VAN, en los pasados 9 años hasta 11 seísmos de magnitud igual o superior a 5,8 han sacudido Grecia en las zonas que cubre su red y en ese tiempo dieron dos falsas alarmas, pero fueron capaces de predecir 10 de los 11 terremotos con semanas de antelación, fallando solo uno de ellos. Muchos científicos ponen en duda esos datos. Para discutirlos, hace pocos meses se organizó una reunión científica auspiciada, entre otros, por la Royal Society británica. Aunque la controversia continua, el interés se ha avivado, ya que la Agencia Meteorológica japonesa va a invertir cerca de 300 millones de yenes en montar una red de 20 estaciones VAN en una zona, tan sísmicamente peligrosa, como Kobe. Por otra parte el Ministerio de Educación japonés financiará con 20 millones de yenes otras instalaciones VAN de la Universidad Hokkaido e, incluso una Universidad privada, la Tokai, gastará otros 30 millones de yenes en investigaciones sobre el método VAN de predicción de seísmos.
Dejo para otra ocasión la diferencia entre intensidad y magnitud, las diferentes escalas de medición, los puntos de interés de un sismógrafo, la escala logarítmica (un temblor de grado 7, por ejemplo, es diez veces más fuerte que uno de 6, cien veces más que uno de 5, mil veces más fuerte que uno de 4, etc.), el origen griego de la palabra seísmo que significa agitado, etc., con la finalidad de proponer la creación de una institución especializada en sismología en el que se convocaría a los investigadores más capaces de todas las universidades e instituciones de enseñanza superior.