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Día de la Independencia en México

Miguel Ángel Méndez Rojas

Debo ser honesto: a mi todos esos nacionalismos tradicionales no me agradan. Muy por el contrario, me hacen sentir que no hemos entendido la razón por la que miles de personas (numerosos de ellos españoles, franceses, alemanes, ingleses, irlandeses y hasta mexicanos) dieron su vida en defensa de un ideal de Nación, un ideal que seguramente está muy lejano a gritar embriagado en el Zócalo para honrar a los “héroes que nos dieron puente”, rodeados de banderas, trajes típicos, cohetes y demás parafernalia propia de los festejos hechas en China, en donde ¡Qué importan los detalles o la precisión (como en los moños patrios con el escudo gringo que se vendieron como pan caliente en estas Fiestas Patrias), si lo que importa es ver quien grita más fuerte !Viva Mecsicou!

La verdadera razón por la cual entregaron su vida es más profunda y merece, además de una celebración apropiada, de una reflexión y de mucho compromiso para mantenerla viva y vigente: identificarnos como un pueblo capaz de tener una identidad y futuro, aglutinados por una historia común y llenos de una esperanza de competir favorablemente en el concierto internacional. Y esa competitividad no la vamos a encontrar en los mundiales de futbol, o en competencias olímpicas, aunque los resultados siempre nos llenan de orgullo y los atletas merezcan todo nuestro reconocimiento y aplauso. La encontraremos en los productos de nuestra mente, aquellos que sean capaces de resolver los urgentes problemas que tenemos y nos afectan como nación (pobreza, contaminación, enfermedades, pérdida de nuestra biodiversidad) y cuya solución no solo nos favorece, sino que nos permite ayudar a resolver problemas similares de otras naciones bajo problemáticas similares. Sin embargo, tenemos una idiosincrasia (que se conserva y propaga entre las familias e incluso en las escuelas) que nos hace pensar que “como México no hay dos”, “” y “todo México es territorio de Slim”, que son finalmente frases que resumen la esencia hueca de ese falso nacionalismo. Soy mejor que los demás porque sí, no porque haga algo por que así sea cierto. Ya lo dijo George Bernard Shaw: “el patriotismo no es otra cosa que la convicción de que un país es superior al resto de los países solo porque tú naciste en él”. Por eso gritamos desaforadamente en un estadio y lanzamos expresiones racistas contra el equipo contrario (las cuáles condenamos si se lanzan desde la tribuna contraria y nos llevan incluso a exigir disculpas diplomáticas, en el colmo de esa hipocresía patriotera).

Un colega, Raul Bringas Nostti, destacado académico e investigador de la historia real de nuestro país que no es esa que nos enseñaron en los libros de historia oficial, ha compilado un cuidadoso e interesante análisis de la verdadera historia de nuestro país en un par de tomos de interesante (y necesaria) lectura: Anti Historia de México (que nos muestra una versión distinta de los hechos que nos forjaron como país desde la Colonia y hasta 1970) y La regeneración de un pueblo pestilente la anexión de México a Estados Unidos 1846-1848 (donde se analiza la realidad detrás de la guerra con nuestro vecino del Norte, al que hasta la fecha seguimos culpando de todas nuestras desgracias).

Otros autores han explotado esta cantera literaria con gran precisión y éxito. Jorge Volpi y Denise Dresser colaboraron para escribir una versión mexicana del libro America: The Book, del periodista estadounidense Jon Stewart y publicado por Warner en 2004, y cuyo título por sí mismo es tan irreverente como fascinante: México. Lo que todo ciudadano quisiera (no) saber de su patria, y que simula en su estructura un libro de texto gratuito, al paso que va derribando mitos históricos tan enraizados en nuestra psique nacionalista (y con los que hemos crecido encariñados al punto de considerar blasfemo el simple hecho de cuestionarlos) como Juárez, Zapata, los Niños Héroes o la devaluada figura presidencial). Y este texto, aunque no una idea original como lo entendemos por la inspiración surgida del trabajo de Stewart, se convierte en una lectura lúdica y llena de instantes que nos obligan a reconsiderar la idea de país que nos inculcaron nuestros maestros, aunque a León Krauze (un periodista que escribe para quien le paga) critique esta obra. Nuestra historia, oficial o real, está llena de héroes y antihéroes.

Y precisamente, en esas historias de antihéroes es donde tenemos oportunidad de reencontrarnos con el México verdadero: el que nos levantaba de ser un montón de estados con afanes independentistas aglutinados por un férreo control centralista, a una Nación de progreso, buscando insertarse en el contexto global. Las últimas dos décadas del siglo XIX y la primera del siglo XX vieron a nuestro país resurgir de entre las cenizas de las guerras internas, industrializarse y vivir una verdadera revolución cultural, económica y científica. Casi toda la red ferroviaria (que al día de hoy se mantiene de manera casi íntegra, pero no funcional), las obras de arquitectura que hasta el día de hoy los turistas alaban al visitarnos y la entrada a la era industrial, como las obras de electrificación y las redes de telecomunicaciones (telégrafo, telefonía) se desarrollaron o iniciaron en esa época, bajo la presidencia del “tirano, dictador” Porfirio Diaz Mori (quien por cierto, nació un 15 de Septiembre, pero de 1830). Una obra que muestra esa otra faceta, la de amor patriótico y de desazón por el rumbo que el país tomó al tener que exiliarse “para evitar el derramamiento innecesario de sangre” en Francia, es la que la prolífica pluma de Pedro Angel Palou escribió con el título de Pobre Patria Mía. Si este país necesita, además de aprender su verdadera historia, es reivindicar las imágenes de aquellos que la historia oficial ha convertido en siniestros personajes (por una conveniente necesidad de validar la leyenda de un país rescatado por una revolución que nunca se hizo por las razones que todos creyeron y sí para repartirse, hasta el día de hoy, el país y sus recursos entre un puñado de familias y grupos de poder).

En mi opinión, no hay mejor forma de querer a este país, nuestro MÉXICO, que conociéndolo mejor. Y ya que la lectura es una llave que abre no solo puertas sino conciencias y modifica actitudes, ejerzamos nuestro nacionalismo a través de la lectura (de éstos y otros textos). Y si no lo hiciéramos, que la Patria nos lo demande. ¡Qué Viva un México Independiente de la Ignorancia, y Lleno de Libros y Lectores! (con dedicatoria especial a Alma Carrasco y su hermoso y necesario esfuerzo llamado Consejo Puebla de Lectura).

Fuentes:

http://www.sdpnoticias.com/sorprendente/2014/09/15/foto-venden-monos-patrios-mexicanos-con-el-escudo-estadounidense

http://revistareplicante.com/el-triste-espectaculo-del-nacionalismo-patriotero/

http://www.editorialplaneta.com.mx/descripcion_libro/14568

http://www.letraslibres.com/revista/letrillas/dresser-y-volpi-inspirados

http://www.jornada.unam.mx/2010/07/04/cultura/a16n1cul

http://www.consejopuebladelectura.org/

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