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Cambio Climático: ¿Realidad o exageración?

Miguel Ángel Méndez Rojas

En pleno periodo vacacional (para algunos: la otra mitad ya regresamos a nuestras labores cotidianas), el escape busca, entre muchas otras cosas, refrescar nuestra existencia en algún balneario, playa o, mínimamente, en un centro comercial que tenga a todo el aire acondicionado. Y es que no es para menos: las temperaturas han alcanzado intensidades que, por más que hacemos memoria, no recordamos en años anteriores. ¿Estamos acaso atestiguando los efectos del llamado “Cambio Climático” o lo que está pasando es normal?

Recientemente se dio a conocer el Quinto Reporte de Evaluación (AR-5) del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés: http://www.ipcc.ch/), que entre varias otras conclusiones, sigue indicando que la actividad humana ha influido notablemente en un incremento en la temperatura global, como lo demuestran numerosas evidencias científicas. Sin tratar de ser alarmista (aunque algunos así lo consideran), el AR-5 es enfático en decir que la crisis climática es un problema actual y que requiere (urgentemente) de acciones concretas para atenuar los efectos actuales: incremento en los niveles del mar, deshielo del Ártico, derretimiento de los glaciares y capas de hielo polares y acidificación de los océanos. En opinión de expertos como el científico mexicano (y Nobel de Química) Mario Molina, la responsabilidad de solucionar los problemas originados por el cambio climático no es de los científicos, sino de toda la sociedad. Molina plantea que las soluciones no serán fáciles, pero que no hacer nada tendrá consecuencias devastadoras e irreversibles. Inundaciones sin paralelo, principalmente en la región Latinoamericana y en Asia, que causarán enormes daños a las economías nacionales y un número incalculable de víctimas mortales.

Molina sugiere que es imperativo que todo el mundo conozca sobre este problema, que es real y que nos amenaza de forma global. Así mismo establece una serie de acciones que deben tomarse para minimizar los efectos, tales como reducir el consumo de combustibles fósiles, disminuir las emisiones de gases de invernadero (dióxido de carbono, metano, vapor de agua, óxidos de nitrógeno, ozono y clorofluorocarbonos, principalmente), y cambiar de una sociedad industrial con una enorme huella de carbono a una menos dependiente, con acuerdos de cooperación internacional que disminuyan nuestro impacto en el clima.

El AR-5 indica que si somos capaces de disminuir las emisiones de gases de invernadero y mantener baja nuestra huella de carbono, podremos mantener el calentamiento global por debajo del umbral de riesgo acordado internacionalmente (2° C). Un aumento en la temperatura global por encima de este umbral generaría cambios impredecibles y consecuencias, para la vida humana y la sustentabilidad de numerosos ecosistemas, devastadoras.

Sin embargo, no todo el mundo coincide con los resultados mostrados por el IPCC en el AR-5. Este otro grupo niega que los cambios climáticos que estamos observando, no son consecuencia (o al menos, el impacto no es tan grande) de las actividades humanas y que, más bien, estamos observando un fenómeno natural y cíclico, en donde la Tierra presenta variaciones en su temperatura y clima, pero que se auto-regulan. Llaman exagerados a los científicos miembros del IPCC y categóricamente dicen que están equivocados, que ni siquiera los modelos predictivos que emplean son correctos.

Los “negacionistas” claman que no hay tal cosa como cambio climático, que las voces de alarma son exageradas e incorrectas. Que el mundo no está calentándose (aunque para usted y para mí, la realidad diaria sea muy distinta). Que nuestra civilización “no será destruida”. Afirman que todo es una conspiración proveniente de distintos niveles de gobierno, para colectar más impuestos para financiar las políticas públicas anti-cambio climático. Que todo es una cuestión de dinero y poder.

Sobre el incremento en las concentraciones de dióxido de carbono (CO2) en nuestra atmósfera, es importante reconocer que esto genera un aumento también en la concentración de este gas disuelto en los océanos, lo que conduce a su acidificación (CO2 + H2O à H2CO3, ácido carbónico). Podemos creer o no que el aumento de temperatura puede o no tener el impacto que se plantea en los distintos escenarios. Lo que no podemos negar, es la evidencia que la historia (y hablo de la historia geoquímica de la Tierra) nos ofrece. Hace 250 millones de años ocurrió la mayor extinción masiva que la Tierra ha experimentado (90% de todas las especies, en tierra firme o en los océanos, desapareció). Evidencia en el contenido de minerales en rocas de esa época, muestra que el incremento de la acidificación de los océanos (ocurrida por un aumento en las emisiones de CO2 en la atmósfera, probablemente de origen volcánico) tuvo mucho que ver con eso. (http://news.stanford.edu/news/2010/april/prehistoric-mass-extinction-042710.html)

Pero de ese Apocalipsis prehistórico (que amenaza con repetirse), les platicaré la próxima semana.

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