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¿Es costeable la ciencia impresa? ¿Existe el lector mexicano adicto a la ciencia?

Miguel Ángel Méndez Rojas

Fernando es un estudiante del Colegio de Bachilleres en San Miguel Xoxtla a quien su profesor de física le ha pedido que escriba una investigación sobre la Gran Explosión, el famoso Big Bang. La biblioteca escolar le resulta insuficiente, ya que solo encuentra copias del ABC de Física, gastadas e incompletas, y una enciclopedia temática impresa en 1959. Aconsejado por su amigo José Luis, va al puesto de revistas a buscar un ejemplar de Muy Interesante ya que precisamente en su último número presenta un trabajo sobre el origen del Universo y las teorías que explican su formación. Cuando llega al puesto de revistas le es difícil encontrar lo que busca pues el sitio está saturado de títulos diversos: revistas de espectáculos resaltando los glúteos de alguna artista, revistas del corazón mostrando en portada la Casa Blanca de la primera dama, comics de moda, coleccionables de autos, motos y tatuajes…Fernando se entretiene con una revista de crucigramas hasta que el encargado le pregunta que qué busca y luego de responder, le señala un rincón del estantillo en donde, detrás de la primera plana de la sección deportiva, está la revista que quiere. De regreso a casa, mientras ojea y hojea la publicación, piensa que es una compra muy buena: mucha información de temas variados, a un precio razonable, aunque luego reflexiona que se podría haber ahorrado el dinero si hubiera buscado durante media hora la información en la web.

Mucho se ha discutido sobre la raquítica costumbre mexicana por la lectura. Que sí somos lectores de apenas medio libro al año –per cápita- o que si lo único que consumimos son revistas de baja calidad, repletas de fotos que apelan a nuestra líbido, como Sensacional de Traileros, o Así soy…y qué. Las casas editoriales nacionales pelean por un público escaso, por lo que la cantidad –no la calidad- es lo que gana. Sin embargo algunas editoriales –muchas extranjeras y caras- han detectado un nicho de mercado al especializarse en sectores específicos: deportes, historia, arte, manualidades…ciencia. De ahí que surja una nueva problemática asociada a la lectura en el país. Sí, se lee poco (lo que ya sabíamos), pero además hay muy poca comprensión lectora y escaso interés por temas relacionados a la ciencia y la tecnología. Esto no debería extrañarnos. Por una parte la educación promedio del connacional no rebasa la secundaria –segundo grado en el mejor de los casos. Y entre los pocos que rebasan la educación básica o media superior, muchos expresan abiertamente y sin tapujos su repulsión y desdén por temas de ciencia y tecnología, en particular por las matemáticas. Las causas de este desencanto pueden rastrearse a la formación de los docentes en cursos de enseñanza de la ciencia, así como a la carencia –ausencia más bien- de infraestructura (física e impresa) para respaldar la enseñanza de las ciencias en México, tanto en escuelas públicas como privadas. Mucho del alejamiento a las ciencias por la sociedad viene de esa etapa del desarrollo educativo. Mientras tanto, ese sector con estudios a nivel medio superior y superior, con una cultura más amplia en temas diversos y que busca en los medios información actual y confiable, expresada en un lenguaje comprensible y fascinante, se encuentra con una hambre de materiales apropiados.

El lenguaje de la ciencia no has sido siempre de difícil comprensión. En una época, la ciencia y la tecnología formaban parte de los temas de conversación cotidianos entre la población educada. La especialización de las ciencias eventualmente condujo a una separación entre los cultos y la ciencia. Se llegó en un momento, inclusive, al desarrollo de publicaciones especializadas científicas que podían ser leídas y comprendidas únicamente por los mismos científicos. El rol social de la ciencia como parte de la cultura se diluyó, hasta desvanecerse casi por completo. Una revisión rápida a distintos expendios de revistas hoy en día nos debe dar un panorama de la situación actual: la ciencia no vende mucho y lo que es peor, a la gente parece no interesarle su lectura. Las revistas científicas encuentran un nicho entre las publicaciones de tecnología popular –mecánica, automóviles, computadoras- y las revistas de opinión en cultura y literatura. Títulos como Investigación y Ciencia, ¿Cómo ves?, Elementos, Ciencia y Desarrollo, Scientific American o la ya mencionada Muy Interesante, entre muy pocas opciones, nos dan una idea. Las ventas no son por volúmenes y los anunciantes son quienes realmente sostienen el esfuerzo por este tipo de literatura (aunque los precios, por lo regular, son altos). El lenguaje en la mayoría de estas revistas es entretenido y atractivo, cualidad que gozan debido a que entre sus escritores se encuentran divulgadores científicos profesionales con muchos años de experiencia en el arte de “traducir la ciencia a un público amplio y diverso”. Pero si sí se lee ciencia en México, ¿cuál es el problema entonces? ¿El precio, la poca variedad o el escaso mercado de lectura? Un poco de todo, tal vez.

Publicaciones como las citadas antes están en búsqueda de un lector joven y por eso hacen uso de un lenguaje moderno y desenfadado, con ilustraciones atractivas y temáticas que sin duda les son de interés (Sexo y ciencia; Feromonas femeninas; La ciencia de los videojuegos). El precio es bajo y la distribución eficiente (“Hasta la encuentras en el puesto de periódicos”, me comentó un estudiante, en comparación a las exclusivas publicaciones que se obtienen solo en tiendas departamentales o bajo suscripción). Después de una reingeniería, muchas revisas (como Ciencia y Desarrollo) han enfocado sus baterías también en estos sectores, con el doble objetivo de incrementar ventas y de estimular vocaciones científicas desde edades tempranas. Publicando historias atractivas, escritas por mexicanos que hacen ciencia y una excelente labor de ilustración, ésta revista está penetrando en el público joven, que se reacostumbra a ver a la ciencia y a la tecnología como algo cotidiano y parte de su cultura general.

¿Hacia dónde se dirige el mercado editorial de la ciencia en México? Es difícil de contestar, pero lo cierto es que algunas editoriales han tomado conciencia de que los pequeños nichos de mercado de gustos específicos, son clientes fieles y constantes, que consumirán e incluso coleccionarán los materiales que les ofrezcan; y no solo eso, se han vuelto sumamente críticos y selectivos, por lo que más les vale mantenerse al día en los temas de discusión y en la calidad de los trabajos impresos, pues de otra forma, pueden ser reemplazados, y aunque es muy escasa la disponibilidad de opciones alternas a seleccionar para el lector, siempre esto puede ocurrir. A leer ciencia mexicana.

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