Seguridad y ciencia
Miguel Ángel Méndez Rojas
Mi motivación para escribir sobre este tema proviene del coraje, tristeza e impotencia que siento en este momento por haber sufrido por N-esima vez el robo de una autoparte (esta vez, la llanta de refacción de mi auto). Este robo se suma a los ya variados que he sufrido a lo largo de los últimos 11 años que tengo viviendo en esta entidad (espejos, rines, llanta de refacción, llantas, herramienta, objetos personales, auto-estéreo…) y que me hacen parte de la estadística de inseguridad de la entidad y del país. Por eso a mí no me convencen las cifras oficiales, ni apruebo sus discursos festivos de “reducción de la inseguridad” o comparativos de “menos que en otra parte” o “mejor que antes”. Para mí la realidad es que hay inseguridad y que incluso en espacios públicos en donde uno esperaría encontrar vigilancia constante y eficiente, lo que impera es esa incertidumbre de la ruleta azarosa de hoy-te-puede-tocar.
¿Acaso es un problema de falta de fondos? No lo creo. Precisamente esta semana visitará la entidad (y se dará una vuelta justo en el lugar donde mi auto estacionado sufrió este robo) el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto. No creo que él o su comitiva pasarán por esta amarga experiencia de llegar al vehículo oficial que lo trasladará en su recorrido por la ciudad y encontrarlo sin alguna pieza importante y valiosa. Ahí si se aplican protocolos, cámaras de vigilancia, patrullajes periódicos controlados. Una clara muestra de que existimos dos Méxicos: uno el que puede, el que tiene, el que decide y otro, el que ni tiene, ni puede, ni decide. Los que joden y los jodidos, en otras palabras. Y repito, no es cuestión de dinero, sino de estrategias equivocadas. No hace mucho me encontré por casualidad con una persona en la fila de una tienda y platicando, me comentó que había sido despedido recientemente de la Secretaría de Seguridad Pública. El hombre, de edad madura y semblante amable y muy educado, me compartió su molestia por no haber existido un mecanismo eficiente que hiciera transparente y justa esta decisión de removerlo de su trabajo. Además, comentó que muchas personas sin experiencia, sin conocimiento de la realidad de la seguridad/inseguridad en la entidad, habían sido contratadas, lo que sin duda podría tener consecuencias sobre los programas de vigilancia y prevención de la delincuencia. Hoy pienso que sus palabras fueron proféticas. Mi auto se encontraba a unos cuántos metros del hoy renovado Auditorio Metropolitano (antes Siglo XXI) y de la ciclopista ahí también recién inaugurada. Por la hora y el día, no me había sido posible dejarlo en el estacionamiento del Jardín del Arte (el cual estaba lleno), así que no encontré otra opción que dejarlo en la calle frente al estacionamiento (controlado por el gobierno, y con vigilantes que supone uno hacen eso: vigilar), con la esperanza de que mis impuestos hicieran su propósito. Mi desilusión fue total al regresar y darme cuenta de que no había sido así. Como es costumbre, el discurso político está lleno de mentiras y falsas promesas.
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http://www.unionpuebla.mx/articulo/2014/12/05/seguridad/puebla/gali-fayad-promete-mayor-vigilancia-en-2015
Pero bueno, la idea era mencionar que la ciencia y la tecnología pueden ayudar a evitar o disminuir al menos estas situaciones. En el caso de mi auto en particular, un diseño apropiado del contenedor de la llanta de refacción hubiera sido lo más efectivo para evitar su robo. En las dos ocasiones que me la han robado, me he dado cuenta de lo simple que hubiera sido diseñar una estructura más robusta, menos expuesta y que fuese difícil de violentar. Otra opción podría ser el marcaje de las autopartes con micro-chips de rastreo satelital (que hoy en día son tan económicos, que representarían un mercado muy exitoso su implementación). De esta forma se desincentivaría esta actividad, por el temor de poder ser ubicado con la autoparte robada. Finalmente, el uso de alarmas especiales para inhibir el robo de autopartes es un tema muy discutido. Hay quienes sugieren artilugios que liberen una descarga eléctrica en el ratero, para dejarlo inconsciente y así poder capturarlo, o que al menos le den una lección de vida que le ayude a aprender la lección de no robar lo ajeno. Otros, más vengativos, sugieren la liberación de una sustancia venenosa, o un agente paralizante o un gas neurotóxico. Ya para los que gustan de los fuegos artificiales, una explosión controlada de la autoparte (al alejarse más allá de un radio de acción y seguridad, monitoreado a partir de un sensor de localización) podría servir de elemento justiciero. Pero esto, dirían muchos más, sería tomar la justicia en manos propias y no permitir que quienes deben aplicarla, lo hagan. Que lo que debemos hacer es ir y denunciar el delito. Porque delito que no se denuncia, se repite. Sin embargo, la experiencia (al menos la mía) es de que, además de las horas invertidas en el proceso de denuncia, la espera de meses/años para recibir una respuesta final (“Su caso no procede por ausencia de elementos para darle seguimiento”) y la repetición del delito al paso del tiempo, el resultado esperado (la devolución o reposición de la autoparte por cuenta del ayuntamiento o del gobierno; la captura, procesamiento y encarcelamiento de los responsables; la implementación de medidas efectivas y reales para la desaparición del “mercado ilegal de autopartes robadas” en la 46 Poniente de la ciudad de Puebla; la exigencia a las compañías ensambladoras de vehículos y productoras de autopartes de medidas de alta seguridad empleando elementos tecnológicos de rastreo remoto y/o el uso de nuevos materiales que no puedan ser fácilmente vulnerados) no llegará. Y no llegará, al menos en este caso, porque los responsables no están haciendo su trabajo de la manera como deben hacerlo. Y son, en ese sentido, cómplices de esa inseguridad que todos estamos viviendo. Mientras tanto, sigo esperando que la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Municipal, el alcalde Antonio Gali y/o el gobernador Rafael Moreno Valle respondan a mi queja ciudadana expresada en las redes sociales por la inseguridad a la que me vi expuesto, otra vez. Al tiempo.